sábado, 17 de mayo de 2014

Reunión de generación (cuento de Milly)

Pero bien guapo que se veía el lápiz aquél día.  Vestido con su traje color mostaza,  tenía los zapatos de goma y se había peinado de tal forma que se veía picudo

Por la noche, se juntaban sus amigos de generación. 25 años sin verse con tantos amigos con los que compartió la secundaria y la preparatoria. Tantas anécdotas por recordar y caras que ya no recordaba.

Le había marcado unos días antes a su cuata, la hoja cuadriculada, para ver si pasaba por ella y llegaban juntos a la fiesta. Ella, encantada de no tener que llevar coche, accedió gustosa..

Así, ambos llegaron a su vieja escuela, donde sería la reunión. Qué sorpresa encontrarse con tantos conocidos.

Lo recibió el bicolor, su gran amigo, quién tantas veces había tachado cuando él escribía con faltas de ortografía. Que hay hermano? Cómo te trata la vida?

Ahí, rallándola. Y tu?
Todo bien, acá  contento de reunirme con ustedes.

Por lejos se escuchaba al grupo de crayolas echando relajo, iluminando el salón con sus risas. Estas parecen no haber crecido nunca, igual de coloridas, de infantiles, pensó el lápiz con gusto.

Un compás bailaba y bailaba sobre su mismo eje, mareándose de tantas vueltas.

Cuando entró el liquid paper, las gomas no quisieron ni saludarlo. Tenían guardado un viejo rencor de antaño. El liquid paper había suplantado a las gomas y muchos estudiantes habían abusado de su función. Pero ya que era una reunión de amigos, el liquid se acercó a ellas: Ya hemos crecido, olvidemos el pasado y estrechemos las manos.  Borrón y cuenta nueva, sale?
Las gomas por supuesto lo hicieron.

La regla no asistió lástima, tenía cólicos esa noche.

Llegó un momento que todos se sentaron a platicar en grupo,  a recordar travesuras, regaños, logros, éxitos.

¿Se acuerdan que miedo cuando llegó el sacapuntas eléctrico? Los lápices de colores temblaron de sólo recordarlo. Si hombre, cuantos hermanos convertidos en ancianos acabados de nacer. Los niños, por diversión los metían a la boca de este espantoso artefacto y pum, en segundos, se hacían pequeños y su vida se terminaba. Lástima que nunca supimos pintar nuestra raya para defenderlos.

Y lo que me pasó a mi que? Qué manera de suplantarme -  hablaba el ábaco.

Los gises, que no recordaban lo ocurrido, preguntaron, ¿quién te quitó tu lugar?
Pues aquella intrusa, ya sabes, la que se daba aires de inteligente, perfeccionista y rápida, además de moderna - ¿quién quisiera ser así? Sin margen de error no tenemos la posibilidad de crecer y prender de nuestras fallas, dijo celoso el ábaco

Ya bájale, no exageres, estás magnificando un suceso que no fue tan malo, le dijo la lupa.

Hablaban de la calculadora, por supuesto.

Claro, apoyaron los gises, por lo menos tú sigues siendo un juguete llamativo para los niños pero nosotros hemos perdido uso, con estos pizarrones interactivos, como les llaman ahora.

Los plumones se pavonearon por ahí, gustosos de ser ahora ellos los que están de moda. Hasta que les gritaron: se me cuadran – eran las escuadras.

Entraron las fichas bibliográficas pegadas unas a otras. Y a ustedes qué les pasó? Es que nos encontramos a la engrapadora a la entrada y como no vino nuestra mamá, tuvo miedo de que nos perdiéramos y nos engrapó. Ya casi nos metía en un folder, pero la liga la convenció de ser más flexible y dejarnos libres.

Mientras compartían anécdotas y risas, entró el equipo de los rebeldes pegajosos: con sus chamarras de mezclilla, vaselina en sus cabelleras,  paliacate rojo en el cuello y botas negras estilo cow boy: eran el resistol, el pritt, el diurex y el uhu.

Al verlos entrar, las chinches, la diamantina y las lentejuelas brillaron de emoción y saltaron como loquitas.

Todos los útiles escolares pasaron una noche de ensueño, combinación de alegría y nostalgia.  Alegría por el pasado, por el reencuentro, ver a los amigos de la infancia siempre es maravilloso.

Nostalgia por el futuro. Sentían que cada día eran menos usados en la escuela. Parecía que las computadoras y la avanzada tecnología lograrían borrarlos pronto del planeta.

Habría que platicar con las tijeras, para ver cómo cortar con esta cadena de inventos.

De mientras, cada invitado se llevó a su casa un block de notas,  con la dirección y el teléfono de cada uno de sus amigos, para no perder el contacto.
Escritos a pluma para que nadie los borrara nunca.



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